jueves, 21 de enero de 2016

Práxedes Mateo Sagasta

Práxedes Mateo Sagasta

Político liberal español (Torrecilla de Cameros, Rioja, 1825 - Madrid, 1903). Era ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y profesor de su escuela en Madrid. Militó desde joven en el Partido Progresista, con el que participó en la Revolución de 1854. Por entonces instaló en Zamora su principal «feudo» político, al ser nombrado presidente de la junta revolucionaria de aquella ciudad; luego la representó como diputado en las Cortes desde 1854. Tras la breve experiencia de poder progresista del bienio 1854-56, volvió a la oposición como diputado y periodista de La Iberia; y en 1863 accedió a la dirección de este diario madrileño, que desde entonces se consideraría portavoz de las posturas políticas de Sagasta.
 
Ante la marginación de los progresistas del gobierno por parte de Isabel II, Sagasta promovió la estrategia del retraimiento (negativa a participar en las elecciones) y la preparación de una revolución para acceder al poder. Participó en dos intentonas fracasadas en 1866 (la de Prim y la del Cuartel de San Gil) y en la que finalmente tuvo éxito y destronó a la reina en 1868.

Se transformó entonces de agitador en estadista, pues durante el Sexenio Revolucionario (1868-74) fue ministro de Gobernación (1868-70, 1871 y 1874) y de Estado (1870 y 1874) y presidió tres veces el gobierno (1870-71, 1871-72 y 1874). Fue uno de los grandes defensores del modelo de Monarquía democrática que se plasmó en la Constitución de 1869.

Encabezó una de las dos ramas en las que se escindió el Partido Progresista, quedando al frente de los constitucionales, mientras Ruiz Zorilla dirigía a los radicales. Fue el último jefe de gobierno del Sexenio, desalojado del poder por el pronunciamiento de Martínez Campos que restauró a los Borbones en la persona de Alfonso XII (1874).

Al constituir el régimen de monarquía doctrinaria que se plasmó en la Constitución de 1876, Cánovas del Castillo vio en Sagasta la figura más adecuada para conseguir la unidad de las dispersas fuerzas liberales y turnarse con él en el poder. Ciertamente, en 1875 Sagasta admitió -aunque de mala gana- la restauración de la dinastía histórica; aunque siguió defendiendo hasta 1877 la vuelta a la Constitución del 69. 

Se turnó en el poder con los conservadores de Cánovas, presidiendo el Consejo de Ministros en 1881-83, 1885-90 (al inicio de la Regencia de María Cristina, el gobierno más largo de la Restauración), 1892-95, 1897-99 y 1901-02 (ya con Alfonso XIII como rey). Sagasta moderó mucho sus inclinaciones revolucionarias de la juventud, admitiendo no sólo la Constitución conservadora de Cánovas, sino también la manipulación sistemática de las elecciones para turnarse artificialmente en el Gobierno sin considerar la voluntad del electorado.

Al mismo tiempo introdujo en el régimen innovaciones que le dieron credibilidad y flexibilidad suficientes para sobrevivir hasta 1923:
  • repuso a los catedráticos expulsados de la universidad por sus ideas políticas (1881),
  •  amplió la libertad de imprenta (1883), 
  • estableció la libertad de asociación que permitió el desarrollo del sindicalismo obrero (1887), 
  • reguló el juicio por jurados (1888) y 
  • restableció definitivamente el sufragio universal (1890).
Enfrentado frecuentemente con los militares reaccionarios y con los intereses inmovilistas de los plantadores cubanos, no consiguió implantar en las últimas colonias españolas (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) un régimen de autonomía que evitara la insurrección contra la metrópoli.
Cuando ya era demasiado tarde y la rebelión colonial había estallado, fue llamado de nuevo al gobierno y sufrió el peor de sus tropiezos políticos: al complicarse la situación con la intervención militar de los Estados Unidos en contra de España,
Sagasta aceptó ir a una guerra imposible de ganar para evitar que una actitud entreguista pudiera desacreditar al régimen y provocar una nueva revolución. Tuvo que asumir la derrota y la pérdida de las colonias por el Tratado de París (1898), así como las repercusiones morales, políticas y económicas que la crisis provocó en la metrópoli.

lunes, 18 de enero de 2016

La unificación alemana

LA SITUACIÓN ALEMANA TRAS 1815

Desde principios del siglo XIX, tras las guerras napoleónicas, fue imponiéndose la idea de unificar las distintas organizaciones políticas herederas del Sacro Imperio Romano Germánico en un solo Estado alemán. Un paso importante en este proceso fue la formación de un mercado único en la región. A ello contribuyeron, tanto los junkers, es decir, la aristocracia terrateniente prusiana, como la burguesía industrial de la cuenca del Ruhr.

En 1834 se produjo la unificación aduanera, el Zollverein. El Zollverein se inició en Prusia, Estado al que se adhirieron Hesse-Darmstadt, Baviera y Wurtemberg para crear una zona de aranceles unificados: el desarrollo industrial de Prusia atrae a otros estados que ven más rentable liberar sus aranceles con Prusia (que exporta manufacturas muy demandadas) que con Austria (cuyas exportaciones agrícolas compiten con la producción interna de otros Estados como Baviera y Sajonia).

Prusia y Austria eran muy distintas en los aspectos económicos, sociales y políticos. Austria estaba configurada como un imperio centralista y autoritario que gobernaba un territorio habitado por diferentes pueblos —eslavos, alemanes, húngaros, rumanos e italianos— con distintas lenguas, religiones y costumbres. Esta situación motivó frecuentes sublevaciones nacionalistas contra la monarquía austriaca. La población prusiana, sin embargo, era mucho más homogénea.

En lo económico, Austria no contaba con una burguesía poderosa capaz de lograr un desarrollo industrial propio. El mantenimiento de un ejército y una administración que garantizasen la unidad imperial le creó graves dificultades financieras. Prusia, en cambio, experimentó un desarrollo económico muy intenso en su parte occidental que la convirtió en el referente del crecimiento industrial de los territorios alemanes. El aumento de la producción de acero, carbón y hierro en la segunda mitad del siglo XIX así lo demostró.
Todo ello, unido a la revolución de los medios de transporte y de las comunicaciones —ferrocarriles, barcos de vapor, telégrafos— posibilitó la formación de un activo mercado económico y trajo consigo otras consecuencias: la consolidación de una burguesía industrial, aliada de los terratenientes junkers, y el predominio en su gobierno de las ideas liberales, que buscaban la formación definitiva de un Estado nacional.

 

La Confederación Germánica

 

Fue una unión establecida en 1815 por el Congreso de Viena que agrupó a 39 Estados alemanes en una confederación de Estados soberanos bajo la presidencia de la Casa de Austria, para reemplazar al extinto Sacro Imperio Romano Germánico destruido por Napoleón.

La Confederación no suponía ninguna concesión al creciente nacionalismo alemán, ya que está estaba en control de la nobleza y casas reales ajenas al liberalismo nacionalista. Esto se refleja en su Dieta, que no era un parlamento de representantes elegidos por el pueblo, sino un congreso de delegados con sede en Fráncfort del Meno, fue su única entidad central, aunque en 1834 se creó la Unión Aduanera de Alemania y, con ello, un mercado interno unitario para la mayoría de los Estados.
El estallido de la Revolución alemana de 1848-1849 y el entusiasmo popular producido por ella mostró que, tarde o temprano, los diversos Estados alemanes (39 en total) quedarían unificados en un solo Estado, pero estaba aún por definirse si tal proyecto sería dirigido por Prusia o por Austria dando inicio al Dualismo Aleman.

La Confederación solo funcionó cuando coincidían las posiciones de Austria y Prusia, cuya confrontación condujo finalmente a la guerra de las Siete Semanas. Tras el triunfo prusiano, la Confederación Germánica quedó disuelta y fue sustituida en el año 1867 por la Confederación Alemana del Norte.

Otto von Bismarck
Consecuencia del periodo en que Alemania fue conquistada por Napoleón empieza a surgir un nacionalismo centrípeto cuyo objetivo es unificar los Estados para eliminar la amenaza de todo ataque externo. Precisamente los rebeldes alemanes de 1848-1849 utilizaban el recuerdo de la "Guerra de Liberación alemana" contra la Francia napoleónica como muestra de la urgencia de unificar los diversos Estados alemanes y como señal de que el pueblo alemán, más allá de las diferencias políticas, tenía un "objetivo común". Específicamente, en 1862 fue designado canciller prusiano el aristócrata Otto von Bismarck, quien concibió la unificación de Alemania bajo la dirección del Reino de Prusia dentro de un molde autoritario y centralista, pero asegurando para la nueva "Alemania unificada" no sólo la solidez política sino la prosperidad económica y el poderío militar, aspectos que Bismarck consideraba interdependientes. Dueño de una gran energía para el trabajo, con sangre fría para la intriga política, y hábil diplomático para calcular los temores y ansias de las potencias extranjeras, Bismarck se convirtió en el líder político del proyecto de unificación.


LAS GUERRAS DE UNIFICACIÓN

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Guerra de los Ducados

La Guerra de los Ducados fue un conflicto militar que enfrentó a Austria y Prusia contra Dinamarca en 1864, por el control de los ducados de Schleswig y de Holstein, de población mayormente alemana pero bajo soberanía danesa. Dinamarca salió derrotada, por lo que debió ceder Schleswig-Holstein, que fue anexionado por las otras dos potencias. No obstante, Bismarck aprovechó el atractivo de la Zollverein para imponer la influencia de Prusia en tales ducados, geográficamente muy alejados de Austria propiamente dicha, alegando el "derecho de la determinación de los pueblos", por lo cual debía respetarse el deseo de los habitantes de los ducados para unirse económicamente (y luego políticamente a) a Prusia. Austria, sin fuerzas para oponerse a la penetración prusiana en los ducados, abandonó sus derechos sobre ellos. Indirectamente, Bismarck también logró marcar la primacía prusiana sobre los austriacos entre los otros estados germanos (Sajonia, Baviera, o Württemberg), aumentando el prestigio de Prusia y debilitando las posibles alianzas de Austria.

 

Guerra austro-prusiana

El objetivo de la Guerra austro-prusiana de 1866 para los prusianos fue expulsar a los austriacos de la Confederación Germánica y descartar toda posible "unificación" en torno a la corona de Austria. Para ello, Bismarck se sirvió de las tensiones políticas que hace décadas germinaban entre ambos poderosos estados, siendo que para esas fechas Bismarck había impulsado el desarrollo industrial de Prusia para tornarla en un enemigo temible ante Austria.
Mientras este conflicto estaba en desarrollo, se aplicó la tesis del Zollverein: aranceles preferenciales para los aliados de Prusia. En paralelo, la guerra estallaba el 23 de junio.
  • Además de la expulsión de los austriacos del proyecto unificador, Prusia también tenía otro objetivo: anexionar definitivamente Holstein y Schleswig a la Alemania del Norte, además de destruir la influencia de Austria sobre otros estados alemanes (Hamburgo y Hesse) y atraerlos a la órbita prusiana.
  • Prusia promete a Italia devolverle Venecia a cambio de ir a la guerra contra Austria; tal acuerdo genera que Italia declare la guerra a Austria y la obligue a luchar en dos frentes y distraiga sus esfuerzos bélicos. Aunque Austria derrota a Italia en tierra y mar, las derrotas ante Prusia le fuerzan a capitular.
  • Prusia gana la guerra, por lo que logra todos sus objetivos, y ello se consagra en la firma del tratado de Praga.  

 

Guerra franco-prusiana

El interés de Prusia en esta guerra, que tuvo lugar en 1870-1871, era acorralar a Francia territorialmente, buscar un motivo de unidad entre los estados alemanes aún renuentes a unirse a Prusia, y con ello expandirse y unificar Alemania.
Desarrollo:
  • La reina Isabel II de España es destituida del trono en 1868 por rebeliones internas. A fines de 1869 los regentes españoles reciben la propuesta de un primo del rey prusiano Guillermo I, el príncipe Leopoldo de Höhenzollern, para acceder al trono español. Tal oferta es recibida con enojo por Napoleón III de Francia, quien interpreta esto como una intromisión prusiana en España y un "cerco dinástico" que amenazaría Francia.
  • El emperador francés lanza a sus diplomáticos a una ofensiva para evitar la coronación de un rey prusiano en Madrid, y Prusia acepta retirar la candidatura tras unos supuestos aravos al embajador francés, en esfuerzo calculado para provocar una reacción iracunda de Napoleón III. El canciller prusiano Otto von Bismarck calcula que la furia del monarca francés causará que Francia inicie una guerra imprudente contra Prusia, mucho mejor preparada bélicamente.
  • Napoleón III de Francia, acompañado por el príncipe imperial de 14 años, llega a Metz para tomar el mando del ejército y efectivamente declara la guerra a Prusia a fines de julio de 1870, lanzando sus tropas contra el Rin. Los cálculos de Bismarck se hacen ciertos y en Berlín puede alegarse que Prusia no provoca la guerra, lo cual une a varios estados alemanes a la causa prusiana.
  • Tras seis semanas de lucha, las tropas prusianas vencen a las francesas, peor equipadas y mal preparadas para una guerra en tales momentos. Las fuerzas prusianas derrotan a las divisiones francesas mandadas por el mismo Napoleón III en Sedán y obligan al monarca francés a capitular allí el 2 de setiembre. Semanas después, los soldados prusianos cercan París e imponen a Francia el Tratado de Fráncfort en marzo de 1871.
Consecuencias:
  • Alemania despoja a Francia de las regiones de Alsacia y Lorena que serán "territorios imperiales" alemanes hasta 1919.
  • Fin del Segundo imperio francés; Francia proclama la III República que durará hasta 1940.
  • Guillermo I fue nombrado káiser de Alemania en la Galería de los Espejos del palacio de Versalles el 18 de enero de 1871, unificando de hecho a Alemania y dando inicio al Imperio Alemán.

 

Consolidación y fraccionamiento

El Imperio alemán fue fundado el 18 de enero de 1871 tras la victoria de Prusia en la Guerra franco-prusiana y supuso la unificación de los diferentes Estados alemanes en torno a Prusia, excluyendo a Austria, bajo el liderazgo del canciller Otto von Bismarck. Se inició un período de gran desarrollo de la nación alemana en todos los campos: económico, geográfico, político y militar.
Sin embargo, como los alemanes descubrieron, grandes discursos, banderas, y multitudes entusiastas, una constitución, una reorganización política y la provisión de un superestructura imperial; y la Unión Aduanera revisada de 1867 a 68, todavía no hacían una nación.
 
Un elemento clave del Estado-nación es la creación de una cultura nacional, con frecuencia aunque no necesariamente. A través de la política nacional la Kulturkampf (1872 a 78) que siguió un modelo político, económico, y de unificación administrativa trató de ir en esa dirección, con una notable falta de éxito, con algunas contradicciones en la sociedad alemana. En concreto, se trataba de una lucha por el lenguaje, la educación y la religión. Una política de germanización de las personas no alemanas de la población del imperio, incluyendo los polacos y daneses, comenzó con el lenguaje, en particular, la lengua alemana, la escolaridad obligatoria (germanización), y el intento de creación de planes de estudio estandarizado para esas escuelas para promover y celebrar la idea de un pasado compartido. Otro elemento importante en la construcción de la nación, la historia del pasado heroico, cayó a esos historiadores alemanes nacionalistas como el constitucionalista liberal Friedrich Dahlmann (1785-1860), su alumno conservador Heinrich von Treitschke (1.834 a 1896), y otros menos conservadores, tales como Theodor Mommsen (1817-1903) y Heinrich von Sybel (1817-1895), por nombrar a dos.
 
El Imperio Alemán se mantendría hasta la Revolución de Noviembre de 1918 que llevó, hacia el final de la Primera Guerra Mundial, al cambio desde la monarquía del Imperio a una república pluralista, parlamentaria y democrática.