El tema de la historia del capitalismo, en sus
orígenes, fue fuente de grandes debates sociológicos, económicos e
históricos desde el siglo XIX. Tanto los mercaderes como el comercio
existen desde que existe la civilización, pero el capitalismo como
sistema económico, en teoría, no apareció hasta el siglo XVI en
Inglaterra sustituyendo al feudalismo. Según Adam Smith, los seres
humanos siempre han tenido una fuerte tendencia a “realizar trueques, cambios e intercambios de unas cosas por otras”.
De esta forma al capitalismo, al igual que al sistema de precios y la
economía de mercado, se le atribuye un origen espontáneo o natural
dentro de la edad moderna.
Este impulso natural hacia el comercio y el intercambio fue señalando
y fomentado por las Cruzadas que se organizaron en Europa occidental
desde el siglo XI hasta el siglo XIII. Las grandes travesías y
expediciones de los siglos XV y XVI reforzaron estas tendencias
y ayudaron el comercio, sobre todo tras el descubrimiento del Nuevo
Mundo y la entrada en Europa de ingentes cantidades de metales
preciosos, provenientes de aquellas tierras. El orden económico
resultante de estos acontecimientos fue un sistema en el que predominaba
lo comercial o mercantil, es decir, cuyo objetivo principal consistía
en intercambiar bienes y no en producirlos. La importancia de la
producción no se hizo patente hasta la Revolución industrial que tuvo
lugar en el siglo XIX.
Sin embargo, ya antes del inicio de la industrialización había
aparecido una de las figuras más características del capitalismo, el
empresario, que es, según Schumpeter, el individuo que asume riesgos económicos no personales.
Un elemento clave del capitalismo es la iniciación de una actividad con
el fin de obtener beneficios en el futuro; puesto que éste es
desconocido, tanto la posibilidad de obtener ganancias como el riesgo de
incurrir en pérdidas son dos resultados posibles, por lo que el papel
del empresario consiste en asumir el riesgo de tener pérdidas o
ganancias.
El camino hacia el capitalismo a partir del siglo XIII fue encontrado
gracias a la filosofía del Renacimiento y de la Reforma. Estos
movimientos cambiaron de forma drástica la sociedad, facilitando la
aparición de los modernos Estados nacionales (y posteriormente el Estado de Derecho como sistema político y el liberalismo clásico como ideología)
que proporcionaron las condiciones necesarias para el crecimiento y
desarrollo del capitalismo en las naciones europeas. Este crecimiento
fue posible gracias a la acumulación del excedente económico que
generaba el empresario privado y a la reinversión de este excedente para
generar mayor crecimiento, lo cual generó industrialización en las
regiones del norte.
Aparición de las bolsas a finales de la Edad Media
La aparición de las primeras Bolsas ocurre en el siglo XIV en estas
ciudades italianas donde el comercio es permanente (contrariamente a las
ferias medievales que se celebran sobre períodos limitados) y donde se
concentran lo esencial de las actividades financieras.
Es no obstante la creación en 1409 de la Bolsa de Brujas,
un hotel dedicado al intercambio de mercancías, letras de cambio y
efectos de comercio, que marca un punto de inflexión en el desarrollo de
las actividades financieras. El plaza se impone rápidamente gracias a
la abertura de su puerto, gracias a la fama de sus ferias comerciales y
gracias al clima de tolerancia y de libertad que aprovechan vendedores e
inversionistas de todo origen.
Son los mismos triunfos que permitirán luego a la plaza de Amberes
(creada en 1460) desarrollarse al principio del Renacimiento. Se podía
leer en su frontis: Ad usum mercatorum cujusque gentis ac linguae (“Para uso de los vendedores de todos los países y de todas lenguas”).
Propiedad privada y medios de producción
En Gran Bretaña, el voto del Enclosure Act
marca el advenimiento de la propiedad privada del capital, es seguido
en el siglo XIX de la liberalización del accionariado. En 1825, la Bubble Act,
que limitaba el tamaño de las empresas, es revocado. En 1856, la
creación de sociedades anónimas es liberada de toda coacción. Es el
principio de la dominación de las teorías del laissez-faire (dejar hacer),
deseando limitar la intervención del Estado en la economía: ideología
difundida en Gran Bretaña por los autores de la escuela clásica inglesa.
En Francia, en respuesta a los movimientos revolucionarios de la
capital, los castillos de los campos son asaltados a fines de julio de
1789 por los campesinos que discuten la propiedad señorial. En la noche
del 4 agosto de 1789, los privilegios de la nobleza son abolidos y la
hacienda es abierta desde entonces a la burguesía, mientras que la
desaparición de numerosos impuestos del Antiguo Régimen permite de
(re)lanzar la inversión. El 26 de agosto, la propiedad privada, “bajo
los auspicios del Ser supremo”, es reconocida en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano como un derecho inalienable.
En los Estados Unidos, desde la colonización, la propiedad privada de
las tierras fue la regla. No obstante, la legislación americana pudo
mostrarse muy favorable hacia los menos ricos y supo, gracias a la
inmensidad del territorio, hacer de la propiedad privada de la tierra
una noción fundamental defendida por los más humildes (no esclavos). Una
ley de 1862 les concede en efecto la propiedad privada de 160
agrimensuras a los pioneros. La Homestead Act, ofrece un jardín para que cultiven los europeos desprovistos, estimulando los flujos migratorios hacia los Estados Unidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario